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Crisis en el mercado del libro y las librerías

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Por Lautaro Santos Gadea .La caída en las ventas de productos es cada vez más habitual en nuestro país y, en diferentes escalas, está afectando de a poco a todas las industrias. Hace unos días se dio a conocer un informe semestral correspondiente a los primeros meses del 2017 de la Cámara Argentina del Libro (de aquí en adelante CAL) que expuso una considerable caída en las ventas y la producción de los mismos, con bajas de hasta el 25% respecto al boletín anterior.

“No era necesario el informe, el consumo bajó y se ve en todos los números”, asegura un empleado de una reconocida librería de la Avenida Corrientes que prefirió reservar su identidad por una política de la empresa. “En 2015 se vendió un porcentaje mucho mayor al que se vendió después de 2016 y eso se debe al poder adquisitivo”, concluyó el joven. Las estadísticas que figuran en la página de la CAL confirman sus dichos, porque en 2015 se produjeron 41.129.047 libros, cifra que se redujo a 32.806.205 en 2016. Hoy, solamente salen a la calle 25.115.762.

Aunque pueda haber otras causas de esta merma, las más fuertes apuntan a los avances de la tecnología y a los altos costos que implica lanzar a la venta un libro. En una charla con el Diario Clarín, Ana María Cabanellas, quien es dueña de una editorial “mediana” y que presidió la CAL y la Unión Internacional de Editores, explicó que prácticamente el 50% del precio del libro se va en su comercialización. “$50 para la librería, $8 en comisiones por venta, $2 mínimo por la entrega del libro y luego, si no se vende, por la devolución y, además, $10 pesos por derecho de autor, $20 para hacer el libro, y el papel que paga el 27% de impuestos”, detalló la directora de Unaluna, que además de eso suma los gastos de oficina y de los libros a consignación que te dan plata varios meses más tarde.

Pero el problema no solo es para las editoriales. Hace unos meses, la librería Adán Buenosayres tuvo que cerrar por problemas económicos. Los costos de mantenimiento del local llevaron a que el dueño tuviera que bajar las persianas de dicho local. Para pagar la indemnización de sus empleados decidió hacer una liquidación final con el fin de juntar plata y así abonar la debida liquidación. La idea fue un éxito, pero el dinero no apareció. Hoy, los empleados forman parte de una cooperativa de trabajo y acampan frente la local de Adán a la espera de respuestas. Entre mates y lecturas, venden los libros que la gente les dona y que las pequeñas editoriales les dan a consignación.

Martín Palazzini es uno de los ex empleados, para él los avances tecnológicos son los grandes enemigos del libro en formato papel. “Hay una disminución en la compra de libros porque hay nuevos formatos para adquirirlos, uno al tener la herramienta tecnológica a mano puede comprarlo al momento y llevarlo a donde tenga ganas”. Pero Palazzini también cree que el tema económico es un problema serio a la hora de vender libros. “No puede ser que un libro se pague $500, las grandes editoriales incrementan el precio para obtener más ganancias”. Para él, una solución podría ser poner un tope al precio de las novedades, cosa que ya adoptaron varios países del mundo.

Otra cuestión más que explican los números de la CAL es que cada vez se están importando más libros a la Argentina y eso hace que las editoriales de nuestro país no puedan competir con la industria internacional debido a los bajos costos de los libros de afuera. “La importación de libros impresos, al no tener ningún tipo de trabas, genera una situación muy emblemática: las editoriales españolas colocan sus excedentes a precios ridículos, todos por debajo del euro y del medio euro, de color y tapa dura, por lo cual nos bloquean la posibilidad de imprimir en color en la Argentina”, manifestó Jorge Gurbanov, titular de Ediciones Continente en un artículo de Diario Contexto.

“Soy un lector de toda la vida y solo compro libros en papel cuando quiero tenerlos en mi biblioteca, los otros que adquiero por ocio prefiero comprarlos de forma digital, por comodidad y por el costo”, comenta Edgardo Gramajo, de 53 años, a la salida de una librería porteña.

Con la presencia de todas las voces, nadie agarra la papa aliente. El comprador le pregunta el porqué del precio al vendedor, quién culpa a la editorial, que se cubre contra las políticas económicas, y así la vamos extendiendo, pero, ¿hasta cuánto vamos a pagar por un libro en formato papel? O la pregunta es ¿Hasta cuándo vamos a pagar por un libro en formato papel?