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VIOLENCIA DE GÉNERO EN PANDEMIA: PEDIR AYUDA A TIEMPO

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Por Alejandra Martínez y Santiago Celli. A raíz del Aislamiento, Social, Preventivo y Obligatorio para mitigar los efectos del Covid 19, la cantidad de casos de violencia de género y femicidios en el país aumentó. Tal es el caso de L. P., una joven mujer que sufrió durante años diversos maltratos psicológicos, pero que en el encierro, casi sin darse cuenta, se convirtió en víctima de una grave escalada de violencia, en la distancia con su familia. 

Una tarde gris de otoño salió a comprar unas verduras, apuraba el paso, sabía claramente que si se demoraba sería suficiente argumento para que su pareja le propinara una golpiza. La mirada al piso, procurando no olvidar nada de lo que debía comprar para evitar salir una vez más, eso también podría ser motivo de una discusión. Seguramente por eso la sorprendió la voz que le resultó familiar y que no escuchaba desde hace mucho tiempo. Se asombró de ver a su amiga de la adolescencia, por un momento la invadió la alegría, pero instantes después, tomó conciencia de lo que podía ocurrirle y los nervios la dominaron. La amiga la conocía lo suficiente para advertir que algo fuera de lugar ocurría. Insistió en que le comentara lo que estaba pasando, L.P. solo le dijo algunas cosas, no hacía falta más, comprendió el horror que estaba viviendo. Le insistió en que pidiera ayuda. Le dio un número de teléfono, le dijo que lo repitiera, que lo grabara en su memoria. Son solo tres números uno, cuatro, cuatro. 

Actualmente, El Gobierno Nacional difunde la línea de atención 144. Esta línea posee su centro de operaciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde allí, cuando se recepciona un llamado proveniente de cualquier parte del país, se asesora a la usuaria indicándole los recursos que posee para solicitar ayuda. Desde allí se comunican con los diferentes organismos provinciales a efectos de articular la atención correspondiente. A veces la policía, otras la justicia, un área de salud o el organismo competente en materia de derechos de mujeres y diversidad. En esta última institución (cada provincia tiene sus particularidades, en el caso de Jujuy, lugar de origen de la joven de referencia, cuenta con dispositivos distribuidos en todo el territorio) un equipo interdisciplinario constituido por profesionales de la abogacía, psicología y trabajo social asiste y contiene a mujeres en situación de violencia.

L.P., una mañana después de recibir una paliza que la dejó con un ojo cerrado y sangre que corría desde su labio inferior se decidió, había quedado sentada en una silla apretando la cara contra las piernas, no podía retener las lágrimas que caían sin parar mientras escuchaba la voz que le decía: ¡mirá lo que me hacés hacer!, siempre me ponés mal. Escuchó la puerta cerrarse, esperó un momento para asegurarse que no volviera, se incorporó, fue hasta un viejo aparador, introdujo la mano entre unas tazas, tomó el celular que casi nunca ocupaba. Lo encendió, había solo un par de líneas de batería, marcó uno, cuatro, cuatro, apretó el teléfono contra su cara, sonó una y otra vez, una voz con una tonada foránea respondió. Pensó que no estaba bien el número, pero se tranquilizó, recibió el compromiso que llamarían a Jujuy para solicitar la ayuda correspondiente. 

Fueron tres o cuatro minutos, los que pasaron entre esa comunicación y el ringtone del celular. Se estremeció, lo dejó sonar algunas veces, atendió. - Hola, mi nombre es Daniela Yazlle, soy psicóloga del Centro de atención del Consejo de la mujer, ´hemos tomado conocimiento de la situación por la que estás atravesando y queremos que sepas que estamos a tu disposición. ¿Querrías venir hasta nuestro Centro o preferís que vayamos hasta donde te encuentres? Ella se sintió aliviada, no estaba sola. El tiempo que vino fue para repararse. Pronto la justicia dispuso las medidas correspondientes para garantizar su seguridad. También fue un nunca más personal. Allí comprendió que las mujeres tienen derecho a vivir una vida libre de violencias.