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Trabajadoras de la salud y un diario de testeos de Covid19

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Por Guadalupe Aguirre y Oriana Faijos. //Su primer amor fue la medicina, pero el sentir que ya era tarde para perseguir ese sueño la llevó a cursar una tecnicatura en laboratorio. Elizabeth sueña con continuar sus estudios algún día y abordar la bioquímica.  Confiesa que su vida cambió radicalmente tras la aparición del COVID-19. Su cotidianidad que solía cobijarla dentro de los límites de un hospital se vió obligada a reconstruirse en la incertidumbre y navegar el miedo a diario. Hoy en día, Elizabeth realiza los testeos a domicilio en zona sur. La atraviesa el estrés que le genera pensar que en cada visita se ponen en riesgo todos los involucrados directos e indirectos. Sabe que sus hijas la estarán esperando en casa.

Se aferra al cumplimiento de cada paso del protocolo, pero como en todo encuentro, todas las partes debieran conservar el respeto y la empatía por ese otro. Una carencia que Elizabeth enfrenta más a menudo de lo que debiera. Al final de cuentas ese otro también somos nosotros. Pero, ¿Qué sería del trapecista si tuviese dudas a la hora del salto mortal? Elizabeth lo hace por vocación y resiste el día a día mientras anhela que todo esto termine. Nos comparte sus sueños de libertad, de paseos en compañía de sus hijas, en una realidad lejana y más colorida que la actual. 

Intenta brindarse con una sonrisa ante cada paciente, se cambia cada prenda descartable, se cubre por completo en alcohol y amonio, lo que ha derivado en una dermatitis en sus manos. Y el proceso se repite unas 20 veces por día. Cuenta que suele ser recibida por pacientes que se niegan a poner en práctica las medidas preventivas, que no hacen uso del tapaboca y que incluso le consultan si pueden eludir el aislamiento una vez finalizado el testeo, contando con todos los síntomas. Abre el corazón y confiesa que en momentos así, se siente burlada.

Pero también dice que le duele ver las condiciones en las que se vive en muchos de los casos, en espacios extremadamente reducidos, inmersos en la precariedad. “Hacinados” sostiene con pesar y asegura que 9 de cada 10, dan positivo. 

Hasta el momento no ha contado con asistencia psicológica para alivianar el estrés, pero asevera que desde el gobierno le han brindado todos los medios disponibles para al menos evitar el contagio. Opina que el ingente número de infectados ha sido resultado de la desobediencia de la población en cuanto a las normas preventivas. Pero también reconoce que el aprendizaje y los descubrimientos en relación a la enfermedad se dan de forma continua y constante.  Afortunadamente ni Elizabeth ni su familia se han visto afectados, pero si, sus compañeras de laboratorio. Algo a lo que ella dice no encontrarle explicación, puesto que sus colegas suponen estar menos expuestas en comparación. 

La historia de Elizabeth es prueba de que gran parte de lo que creemos conocer no lo hemos conocido en primera persona. Confiesa que los pasos agigantados con lo que se ha movido la propagación del virus sacudieron violentamente su reacción inicial de que esto era algo pasajero. Asegura que a pesar de todo intenta mantener la calma y cree que lo sucedido debiera convertirse en una enseñanza. “Algo tendremos que cambiar. Algo malo estamos haciendo” reflexiona. //Guadalupe Aguirre

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Después de haber estado en diversos hogares y de tener contacto con posibles infectados de Covid 19 cumpliendo con los testeos diarios, Elizabeth llega a la seguridad de su hogar donde siente la protección, la tranquilidad y el amparo. 

Finaliza su día con un deja vu, el que le recuerda cuando era niña y regresaba de jugar. Se saca la ropa que trae puesta, se pasa alcohol y va directo a bañarse sin tocar nada. 

Mientras se ducha recuerda el momento en que escuchó por primera vez en las noticias la palabra “coronavirus”, rememora ese instante cuando pensó que el nuevo virus era como un barco que había tocado puerto pero que pronto se acabaría yendo. Sin embargo, desde aquel día ya pasaron seis largos meses y ahora ya es Septiembre… Así transcurrieron las jornadas.  Barbijos, alcohol, distancia social, agujas, algodón, más alcohol, máscara protectora, guantes, protocolo, enfermedad, muertes. 

Más allá de que ella sienta que los contagios van a pasos agigantados, no es una persona temerosa, es por eso que dice que si nos tiene que pasar nos va a pasar. Con esperanza y viendo el lado positivo de la situación vive los días de pandemia como una enseñanza social, como algo divino que nos viene a decir que tenemos que cambiar algo malo que estamos haciendo como sociedad.

Cuando descansa en su hogar, frente a los momentos de melancolía e incertidumbre y viendo el panorama, piensa que este virus además de haberse quedado en puerto como un barco amarrado, también está creando un maremoto en el que muchas personas van a salir heridas. 

El sol se está yendo, llega la noche, son las 00 hs y falta un minuto para que comience un nuevo día en cuarentena. Mientras tanto Elizabeth sueña con ser libre otra vez, anhela no usar barbijo todo el día y desea la libertad que tenía antes. Salir con sus hijas a pasear que era algo normal, hoy se manifiesta en sus sueños como un obstinado deseo.

Por la mañana mientras se prepara para salir nuevamente a realizar su labor, va al baño y observa sus manos lastimadas por el rocío del alcohol, levanta la mirada y ve en el espejo un rostro un poco hinchado. En ese instante recuerda que antes de salir de casa debe colocarse nuevamente el barbijo y no olvidar el alcohol.

Al salir de casa, escuchó en la radio que el sistema de salud estaba al borde del colapso, allí fue cuando su mente vió la palabra hipocresía, afinó su mirada y reflejó la desilusión. Ella sabía que el sistema de salud había estado al borde del colapso siempre.  

Y cuando dice siempre, se refiere a los momentos en los que le ha tocado extraer sangre y que falten elementos esenciales como alcohol, algodón o guantes. A costas de su propia salud y entendiendo que las personas no tienen la culpa, su vocación la llevó a tener que trabajar aun en esas condiciones. 

No hay insumos, pero sobran hipótesis. ¿Qué sucede con los insumos sanitarios? ¿Por qué no los entregan? Los insumos siguen faltando y las hipótesis quedan inconclusas. La gente se contagia y los hospitales terminan siendo frágiles como copas de cristal. 

No hay mayor seguridad que cuidarse uno mismo, es por eso que Elizabet pese a su descontento e inconformidad con el sistema de salud en donde le ha tocado ser protagonista, reza para que las personas tomen conciencia de las medidas de higiene y se cuiden para sobrellevar esta guerra un poco más, y como soldados en combate salir victoriosos todos y juntos. //Faijos Oriana