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La pandemia que paró la pelota del Ascenso

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Por Martín Bugliavaz e Ignacio Lucero. Cuatro paredes. Una pantalla. La familia. Tres escenas que parecen totalmente inconexas cobran sentido cuando quienes las mencionan son futbolistas argentinos. Porque a pesar de que el mundo del deporte puede resultar poco prioritario al hablar del retorno a esa idílica normalidad, lo cierto es que no todos los que viven de la pelota son Messi. Y mucho menos si se habla de aquellos jugadores que militan en las últimas categorías del área metropolitana de la AFA: la Primera C y la Primera D.

La pandemia sustituyó el césped mojado por cerámicas y parquet y la frustración fue tal que Gabriel Ferro, defensor de Deportivo Merlo –que integra la Primera C–, celebró la autorización de las salidas recreativas. “Estuvimos más de cinco meses sin poder correr distancias largas”, contó, luego de explicar su acotado plan de entrenamiento, que consta de rutinas dictadas por el preparador físico a través de videollamadas y de los mencionados trotes al aire libre. 

En la misma sintonía se encuentra Lucas Scarnato, mediocampista que también juega en la C pero en Deportivo Laferrere, quien además suele contar con una particular compañera de ejercicios: su hija pequeña. “A veces está al lado mío, me copia y hace gimnasia”, confesó. Y no es un detalle menor, pues Scarnato aseguró que su presencia es “un gran sostén” en medio de una crisis que no sólo lo afecta en lo deportivo, sino también en lo económico.

En ese aspecto, la realidad golpeó a todos por igual y tanto Ferro como Scarnato sufrieron recortes de salario que debieron consensuar con sus clubes para poder afrontar la crisis.  “Hubo una quita del sueldo acorde al momento que estábamos pasando y la mayoría estuvimos de acuerdo en asumir esa determinación”, aseguró Scarnato, quien además relató cómo tuvo que equilibrar esa pérdida: “Estuve trabajando en la carnicería de mi viejo desde el mes que se decretó la cuarentena. Veía que venía para largo y sabía que en el club iba a ser muy difícil que nos pagaran, así que salí a laburar y hasta el día de hoy lo sigo haciendo”.

En el caso de la última división del fútbol argentino, la Primera D, las condiciones son todavía más preocupantes. Porque los futbolistas en esa categoría no son profesionales y sólo reciben un viático que puede llegar a los 10 mil pesos, lo que deriva en la búsqueda de un segundo trabajo que les permita sustentarse y a la vez seguir jugando.

Julio Gauna tiene 37 años, es el nueve de Deportivo Paraguayo y tiene una vasta trayectoria en la última categoría de la AFA, pero lejos está de ser un jugador económicamente asegurado. “Los dirigentes nos pagan como pueden”, señaló el goleador, quien además reconoció que el plantel sufrió un recorte en los salarios y, por ende, teme por su continuidad. “Los grandes la pasamos peor porque tenemos que mantener una familia”, remarcó, diferenciándose de aquellos compañeros jóvenes que pueden volver a vivir con sus padres ante el mal momento económico.

Debido a esta situación, durante estos meses Gauna cambió la pelota por, entre otras cosas, el rodillo y la lija. “Estuve de albañil, vendiendo ropa, alcohol etílico y ahora estoy despachando ropa y mercadería para distintas provincias”, confesó.

En Claypole las cosas pintan un poco mejor. Así lo revela el defensor Cristian Ordóñez, quien destacó el “gran esfuerzo de la empresa que patrocina el fútbol” para que no existiesen recortes ni retrasos en los viáticos. De todas formas, también decidió aprovechar los primeros meses de cuarentena para dar clases de inglés y así obtener un ingreso extra, algo que dejó de hacer cuando finalmente el club decidió retomar unos entrenamientos que no le resultan cómodos. “No es lo mismo entrenar en la cancha que en un lugar de 6 por 6”, lamentó.

La realidad indica que los futbolistas argentinos no compiten formalmente desde febrero y, en ese mismo lapso, tampoco tuvieron siquiera un ensayo formal de fútbol. Con ese panorama, los entrenamientos presenciales volverían a principios de octubre con la esperanza de que nadie se contagie para poder empezar de la mejor manera el torneo. Una esperanza que, a pesar de todas las idas y vueltas, los jugadores todavía no pierden.