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Los centros culturales de Buenos Aires: vivos y organizados

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Por Natalia Verzico. Los centros culturales en la Ciudad de Buenos Aires han crecido significativamente durante los últimos años. La CABA, desde 1984 cuenta con un Programa de Cultural de Barrios, cuyo objetivo es promover la cultura de manera efectiva y gratuita. No obstante, fue en el 2001, como consecuencia de la crisis del país, cuando estos lugares comenzaron a expandirse.

Surgieron como alternativa de recreación y con una propuesta económica que beneficiaba a un público con poco poder adquisitivo. A la vez, esto impactó positivamente en las opciones de trabajo que se abrieron para el rubro artístico.

Actualmente, se calcula que existen más de 130 centros culturales sólo en la Ciudad de Buenos Aires. Las propuestas varían significativamente de acuerdo al foco de las diversas disciplinas artísticas, el tipo de público hacia el que va dirigido y el costo. La tendencia durante el último período conformó espacios multidisciplinarios que no sólo exponen cultura, si no que también ofrecen cursos, talleres, fiestas y hasta propuestas gastronómicas.

Por ejemplo el Club Cultural Matienzo, en Villa Crespo, impulsa una variedad intensa: espectáculos de música, teatro, cine y literatura, exposiciones de arte contemporáneo, festivales, programas de formación para artistas, una radio y otras propuestas que tienen lugar todos los días dentro y fuera del Club.

También El Quetzal, ubicado en Palermo, se destaca por la diversidad en su programación que incluye propuestas circenses, literarias, plásticas, muralismo y street art.

En el mismo barrio del Quetzal, se encuentra Vuela el Pez, una discreta puerta en Avenida Córdoba al 4300, propone compartir buena gastronomía con deleites musicales de martes a domingos.

No obstante, esta variedad de actividades en un mismo lugar, obligó a los protagonistas de los distintos espacios a organizarse en 2014 y construir una ley que ampare la figura de los Centros Culturales, dado que se encontraban en un vacío legal que conllevaba clausuras sistemáticas. Esta ley se sancionó por unanimidad en la Legislatura Porteña en 2015, pero recién a mitad de este año comenzó a estar vigente.

Juan Aranovich es uno de los fundadores de Matienzo, participante del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), y propulsor de la ley que señala el cambio que significó contar con la nueva reglamentación: “Generó un cambio de paradigma muy importante. Simplemente, cuando los sectores se van organizando y la sociedad civil genera respuestas frente al arco político, sin dudas se garantiza la defensa de muchos derechos en conjunto que, de otra manera, sería mucho más hostil.”

Sin embargo, las problemáticas a las que se enfrentan estos espacios culturales parecen no haberse encausado en su totalidad. Por un lado, y a pesar de la reglamentación vigente, se siguen produciendo clausuras: “Siguen existiendo clausuras injustificadas producto de una mezcla de cosas: a veces por desconocimiento de la ley por parte de los inspectores y otras veces por búsquedas recaudatorias, plasmada en cierta intencionalidad a la hora de interpretar ciertos grises que, por su puesto, existen en todas las leyes”, explica Aranovich.

Por ejemplo, Vuela el Pez, sufrió dos clausuras en los últimos seis meses (febrero y agosto). En ambos casos se determinó que como la persona que contaba a la gente que ingresaba –para no excederse en capacidad- no estaba registrada en el padrón de patovicas, estaban en infracción: “A veces vienen varios fines de semana seguido, y como no encuentran nada, vuelven al siguiente”, comenta Alejandro Flacone uno de los responsables del Pez.

Mariano Viceconte, director de El Quetzal, gestor cultural y miembro de MECA, también expone irregularidades: “Seguimos teniendo la misma problemática con la Agencia Gubernamental de Control, ya teniendo la ley de Centros Culturales nos clausuraron porque la gente estaba bailando en el espacio cosa que claramente está prevista en la ley, es uno de los puntos claves de la misma, por la que tanto luchamos.”

Todas esta problemática se suma al costo de las modificaciones edilicias que muchos centros deben hacer para funcionar en regla, al aumento de los servicios para este tipo de espacios y a la baja en el consumo que muchas veces impacta en el volumen de asistencia a los centros. Viceconte señala que “Es un momento delicado en el que hay que cortar gastos como sea y significa menos producción artística, menos renovación de equipamiento y menos obras”.

Por su parte Aranovich explica que la lucha actual se centra en este foco: “Para evitar el impacto económico, estamos peleando para conseguir presupuesto oficial para espacios autogestivos”. Asimismo, Falcone indica: “no vamos a dejar que se clausuren espacios que proponen una cultura diferente”.

Si bien los centros parecen estar en pleno auge de crecimiento, no son ajenos a situación del país, lo que genera que el incremento de expresiones artísticas de espacios autogestivos no pueda explotar al máximo. “Que se sepa que estamos organizados, que estamos presentes, nos sirve como herramienta que, a pesar de todo, fortalece nuestro sector. Pero todavía hay mucho por delante”, concluye Aranovich.